LA ESCUELA DE ATENAS (1508 - 1510)
Es una imágen simbólica de la ciencia, de la filosofía, como saber eterno, philosophia perennis. Lo pintó Raffaelo Sanzio (1483-1520) por encargo del Papa Julio II para decorar su Biblioteca, en la Stanza della Segnatura del Vaticano. Rafael tenía veinticinco años cuando pintó este fresco. Al mismo tiempo, Miguel Angel estaba decorando la Capilla Sixtina. Momento crucial del arte del Renacimiento.
Presiden el inmenso fresco Platón y Aristóteles, dialogando y sosteniendo cada uno de ellos una de sus obras (El Timeo y la Ética); en el conjunto del fresco están representados otros filósofos y eruditos griegos. El gesto de Platón, señalando hacia el cielo (el idealismo platónico) parece ser contradicho por el de Aristóteles (el realismo). Es, naturalmente, una recreación fantasiosa de lo que pudo haber sido la Academia de Platón.
Pitágoras, en cambio, está representado en primer plano concentrado en explicar el diatesseron en el libro; recostado en los peldaños con la escudilla es Diógenes, mientras que apoyado en un bloque de mármol, ensimismado en escribir en una hoja, se halla el filósofo pesimista Heráclito, que se parece a Miguel Ángel, quien estaba pintando por aquellos años la contigua Capilla Sixtina. A la derecha, se pueden ver Euclides, que enseña geometría a sus alumnos, Zoroastro con el globo celeste, Tolomeo con el terráqueo, y por último, en el extremo derecho, el personaje con la gorra es el autorretrato de Rafael.
La pintura de Rafael alcanza un grado sublime en esta obra, posiblemente la más famosa de su producción. Cuando el espectador contempla el fresco en la Estancia de la Signatura se introduce en el mundo clásico y aprecia el movimiento de los diversos personajes pintados por Sanzio, obteniendo un insuperable resultado. La Escuela de Atenas simboliza la Filosofía, situándose frente a la Disputa del Sacramento. El maestro ha introducido la escena en un templo de inspiración romana, posiblemente siguiendo los proyectos de Bramante para la basílica vaticana, enlazando con la idea del templo de la Filosofía evocado por Marsilio Ficino. Las figuras se sitúan en un graderío, formando diversos grupos presididos por los dos grandes filósofos clásicos: Platón, levantando el dedo y sosteniendo el "Timeo", y Aristóteles, tendiendo su brazo hacia adelante con la palma de la mano vuelta hacia el suelo con su "Ética" sujeta en el otro brazo, representando las dos doctrinas filosóficas más importantes del mundo griego: el idealismo y el realismo. Ambos personajes dialogan y avanzan ante un grupo de figuras que forman un pasillo. A la izquierda encontramos a Sócrates conversando con un grupo de jóvenes; en primer plano aparece Zenón con un libro que sostiene un niño mientras lee Epicureo; sobre la escalinata se sitúa Heráclito, tomando la efigie de Miguel Ángel por modelo posiblemente como homenaje a la decoración de la Sixtina; Diógenes echado sobre las escaleras; a la derecha Euclides junto a sus discípulos midiendo con un compás; Zoroastro y Ptolomeo con la esfera celeste y el globo terráqueo respectivamente. En estas figuras se ha querido ver la representación de las disciplinas que componían el "Trivium" y "Quadrivium". Los diferentes grupos de personajes se ubican de manera simétrica, dejando el espacio central vacío para contemplar mejor a los protagonistas, recortados ante un fondo celeste e iluminados por un potente foco de luz que resalta la monumentalidad de la construcción. En las paredes del templo contemplamos las estatuas de Apolo y Minerva así como las bóvedas de casetones y los espacios abiertos que dominan el edificio, creando un singular efecto de perspectiva. Vasari dijo refiriéndose a Rafael: "fue en la composición de las historias tan fácil y rápido que competía con la palabra escrita". Esta referencia es perfectamente aplicable a esta escena donde los gestos, las expresiones o los movimientos de las figuras están interpretados con sabiduría, creando un conjunto dotado de gracia y vitalidad. Los colores son muy variados, utilizando brillantes tonalidades con los que refuerza la personalidad de las figuras y la variedad y monumentalidad del conjunto. Con esta imagen, Sanzio demuestra la superación definitiva de los modelos florentinos iniciando su floreciente periodo romano.